NO TODO ES POESÍA PERO PARECE

lunes, 19 de septiembre de 2011

PRÓLOGO IMAGINARIO DE LA NOVELA LIMBO DE JAVIER PAYERAS




Una narrativa acerca de un país llamado Guatemala que no es la Praga de Joseph K, ni el Dublín del Bloomsday



Este es un prólogo sui géneris. En primer lugar porque nadie me lo pidió y en segundo porque no he leído la nueva novela del escritor guatemalteco Javier Payeras titulada Limbo que será presentada el jueves seis de octubre a las dieciocho horas en el Centro Cultural Luis Cardoza y Aragón, Embajada de México, ubicado en la Segunda Avenida 7-57, zona 10, de la Ciudad Capital de Guatemala.

Lo único que sé del libro lo supe por el fragmento del primer capítulo que el autor publicó en su blog personal, y por una nota escrita por Alejandro García publicada en el Diario de Centroamérica acerca del texto. Pero no necesito saber mucho. Conozco la literatura de Javier, y sé que esta nueva entrega será muy bien recibida por sus lectores. Con ella, Javier pretende cerrar un ciclo triangular que inició con Ruido de Fondo, y fue seguida por Días Amarillos.

Lo que me llamó la atención del fragmento publicado es la pasividad del relato, aunque no se trata de una pasividad plena porque a pesar de que la línea narrativa posee menos dureza que las anteriores entregas, Javier no abandona el estilo del soberano desencanto con frases como: “Algún infeliz decide ambientar el restaurante con música” o “Tal vez tiene una erección, quizá reflexiona sobre lo difícil que es conseguir un empleo en Guatemala o está maldiciendo a los candidatos a la presidencia”.

Otro elemento que será interesante analizar al leer la otra completa es si el autor sigue manejando el zapping narrativo que le caracteriza, prescindiendo en lo más posible de los diálogos y de la reproducción vacua de lugares comunes. Asimismo Javier tampoco abandona la descripción meticulosa del espacio urbano y sus inherentes y variopintos personajes que lo rodean y le dan vida, espacio urbano que es, dicho sea de paso, su materia prima favorita.

La descripción es una que enriquece y hace innecesario ir al lugar para comprobar los hechos, porque además, para los guatemaltecos que habitamos esta ciudad derruida, los paisajes que Javier describe se nos antojan familiares.

Sí, espacios que visitamos con frecuencia. Espacios que recorremos es múltiples estados emocionales. Pero la diferencia es que Javier lo escarba con estética. Lo existencializa. Lo proyecta desde y con una visión caótica, pero simplemente poética, y eso es el valor agregado, como buena literatura.

Una obra perfecta para que los estudiantes de todos los niveles escolares la lean, y puedan de ese modo, adquirir una visión más realista, de una realidad y de una nación que es dura y sin amortiguadores, en donde lo que menos reina es el romanticismo, de un mundo y de un país que es no es un Jardín Infantil sino una selva de concreto, utilizando a manera de arquetipo la visión de un tipo desanimado por la existencia y por muchos más motivos.

Pero que al igual que los otros protagonistas de Payeras, buscan la redención espiritual en medio del ruido o del silencio, dentro de un país que provoca una rara melancolía y nostalgia porque aún está y permanece, pero a veces nos sentimos fuera de él o lo sentimos a él fuera de nosotros, como si ya fuera algo extinto.

Un país que cumple con todos los requisitos indispensables para ser considerado un limbo, ese espacio intermedio entre el cielo y el infierno. Pero este es un cielo lejano y un magno infierno que se compone de numerosos pero minúsculos infiernos, que bien pueden ser llamados cantones, aldeas, municipios, departamentos y repúblicas.

Mariano Cantoral

domingo, 18 de septiembre de 2011

Se le acabó la tinta a mi lapicero

Se le acabó la tinta
A mi lapicero
Con el que quería escribirte
Un cuento
Uno que hablará de un tipo triste
Cuando se enamora
A plena luz de la vida
Uno que fuera breve y bonito
Como El Dinosaurio
Y que estuviera lleno de vida
Como uno cualquiera de Mario Monteforte Toledo
Pero sí
Se le acabó la tinta a mi lapicero
Y a mí se me acabaron también
Un poco las ganas
Cuando te vi pasar
A través de mi ventana
Con ese flaco que tanto aborrezco
A las plenas siete de la mañana
Cuando aún la bruma
En mis ojos permanecía
Y yo aún no me recuperaba
De la borrachera de la noche
Ni del cansancio
De los veintitantos años de vida.