NO TODO ES POESÍA PERO PARECE

lunes, 22 de marzo de 2010

Biografía de alguien que no conozco

Cual metamorfosis kafkiana, un día amaneció convertido en algo así como un poeta neo-rromántico, tirando a post-barrocoso.

De ser un sujeto poco dado a la afectividad pasó a ser un tipo tenaz que amanecía escribiendo sonetos en los cuales era infaltable la aparición simultanea de varios tipos de plantas y elementos químicos; le dejó de importar el desvelo, las locuras de que era parte, juez y parte y las predicciones escatológicas.

A diferencia de los chicos de su generación, no era amante de la música. No conocía el lago más bello del país. No había leído el libro más existencialista jamás escrito.

Eso de escribir para no ser leído le parecía una franca estupidez, pero lo hacía, porque era un vicio que se fue arraigando paulitamente tanto como el de beber té saborizado leyendo periodismo monótono.

Su hora predilecta para escribir era la media noche, cuando incluso su gato, su desafinado, pero hermoso y cariñoso gato dormitaba sobre el gélido piso de marzo.

El mismo marzo que siempre parecía más efímero que febrero, pero más lento que diciembre, que también era su mes favorito. Tenía ya varios días que no le salía nada en prosa, al menos algo que valiera la pena. Sólo en verso, y un verso lamentable. Llegó a convencerse de que jamás podría escribir una novela, y según advertí tenía razón.

Empezó leyendo enciclopedias cosas que le parecían fascinantes, por ejemplo la teoría que afirmaba que todo lo que acá sucede es una conspiración, una lenta y explosiva conspiración fraguada desde tiempos inmemoriales; uno de los ápices de la teoría que más le llamaba la atención era uno que afirmaba que realmente las palabras poseen un significado diferente al que todos consideran universal, pero dicha información (el significado real) era monopolio de una élite, conocida como: los iniciados, los iluminados, los herederos del complot.

Ya no quiso escribir más ni leer acerca de ese tema, pues ¿quién va a cambiar el mundo con palabras? -dijo-, -que las palabras signifiquen lo que se les antoje –pensó-, a nadie le interesa saber cuál es el significado actual de las palabras, mucho menos el apócrifo-.

Le interesaba la Alquimia, la ancestral práctica que todavía debe ser motivo que le quita el sueño a más de uno. Esa transformación, que aún algunos consideraban muestra irrefutable de que la dialéctica era una verdad material y no un simple y teórico invento vacío.

Pero con sus escasas nociones de la ciencia de la composición de la materia jamás podría haber realizado algo plausible en ese campo, así que frustrado botó todos los manuales vinculados al tema.

Pero de escribir sonetos se pasó al verso blanco, empezó a formular una clasificación de versos por colores, desde bebé poseía el don de la Sinestesia, aunque algunos la consideran enfermedad, era placentero, -decía-, verles el color a las cosas.

Respecto a por qué abandonó el deporte de escribir sonetos, según dijo, fue para evitar las burdas estructuras que lo aprisionaban, quién sabe para qué propósito fueron diseñados, para qué dinastía –refunfuñaba-. Es como querer aplicar el método científico al amor.

Padecía de fobia a las prefabricaciones de todo. Le temía a los bocetos, tanto como a los insectos.

Soñaba con versos verdes, variopintos, amanecía leyendo a unos tales clásicos y unos no tan clásicos, de todos colores; en el mercado librero fueron apareciendo algunos textos de erotismo realzado, los ortodoxos críticos de arte, petulantes a más no poder, empezaron a tildar de herejes, apóstatas y no sé qué más, a los autores.

Prohibieron la venta de varios, pero como siempre, hay un mercado que es como el agujero negro de este planeta, donde se halla hasta la materia que aún no se crea. Conseguía colecciones enteras.

Él gozaba todo, todo eso, disfrutaba de lo furtivo sobre todas las cosas. Veía un par de series televisivas, y se reía de manera envidiable. Siempre el periódico y el café matinal. Luego salía henchido de felicidad, a correr y quemar un par de calorías que no siempre cedían al trote desmotivado, desganado, que convinaba perfectamente con su rictus hasta en la espalda. Al transcurso de un par de días se hastiaba del sudor y del cansancio, y en vez de correr se quedaba leyendo y bebiendo café sin azúcar, o algo bebible, no necesariamente potable.

Frecuentaba lugares concurridos como centros comerciales y vacíos como los bares llenos de fantasmas y nostalgia, en ambos se sentía medio pleno. Todo se empezó a tornar triste cuando enfermó su gato. Le escribió un poema durante la agonía. No quiso llamar a un veterinario. Siempre su gato retozó mientras él leía sus versos colorados, recién sacados de la pantalla y la soledad. Así pues, supuso que a puro verso morado, lo haría volver en sí, algo que obviamente no sucedió.

Pero sigue amaneciendo leyendo, sigue aplicando la alquimia de las palabras, o sea, queriendo transformarlas en otra cosa, en algo que no sabe qué es exactamente o cuál será el resultado. Un tipo de especiación de la estética escrita. Un tipo de amor fraguado desde la nada. Un tipo de escritura borrascosa. Un tipo de amor. Un tipo de pasatiempo obstinado. Pero sigue anocheciendo escribiendo. Pero sigue amaneciendo leyendo. Pero sigue anocheciendo escribiendo. Pero sigue amaneciendo leyendo.

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