Es sábado y me encuentro en el
café internet de un centro comercial, es casi el inicio del año 2014, y al
parecer en Guatemala no hay nada que contenga los delirios colectivos, la gente
pasa, avanza, camina, corre, los niños sorben helado, los adultos beben cafés,
se besan, se pelean, compran la prensa, se prueban prendas de marcas
impronunciables y zapatos de marca: se aman y se odian por igual. Ya pasaron
las fiestas de fin de año y ahora los productos que abarrotan los escaparates
son los artículos y accesorios estudiantiles, escolares y universitarios. Las
tarjetas de crédito, si lo pudieran hacer, llorarían.
Los bancos lucen desolados, no se
ven las infinitas colas de fin de año, los cajeros parecen entes sin alma,
nadie los busca. Hace mucho tiempo renuncié al pago mensual de una cuota por
tener acceso a la red, cable y llamadas ilimitadas a números de la misma
empresa. Para mí esa situación significaba estar dentro de una cárcel
lucrativa, donde el que ponía el pisto, era yo, y ellos, sólo las llamadas de
cobro, al más fino estilo de una extorsión, un símil perfecto entre los
mafiosos y los delincuentes de cuello blanco. Fueron 18 meses donde debí
modificar mi rutina: ir mes a mes a solventar el pago, realizar colas
detestables, reñir con personas que al parecer nunca recibieron ni un seminario
de cinco minutos de atención al cliente, y era una coincidencia común en todas las tiendas de la empresa.
Sólo tengo un feo Smartphone,
donde no me nace escribir ni navegar, quizá porque siempre detesté, desde niño,
todo aparato tecnológico diminuto. Hace mucho que tengo abandonado éste blog.
Así que trato ahora, como una madre a punto de dar a luz, de parir con fuerza y
dolor unas cuantas palabras.
Siempre me he definido como un
poeta que ha incursionado en otros géneros literarios. Eso lo digo, quizá como
una forma de justificar mi mala sintaxis, o mis derroches de locura al momento
de escribir textos, ideas o situaciones que rayan en los delirios líricos de la
poesía.
No quiero con eso decir que uso
lenguaje “altamente poético”, porque me parece que eso sonaría muy petulante.
Las personas del café internet me empiezan a ver extrañados. No es normal,
venir a un café internet a únicamente usar Word y rellenar la página blanca de
palabras.
Quizá sí, cuando se trata de
pegar un montón de burdo contenido copiado de Wikipedia o el Rincón del Vago.
Tengo puestos los audífonos, son marca CyberTech y realmente suenan bien. En
ellos, me gozo actualmente escuchando La Canción Más Hermosa del Mundo de Fito
Paez.
Yo no sé si escribir y escuchar
música es competencia desleal por parte de algunos escritores. Es que cuando
uno escucha su música favorita y escribe, se siente Borges, a pesar de que
luego al leer el texto en silencio resulte todo lo contrario. Al menos yo nunca
escribo para competir con nadie ni recibir reconocimientos. Antes escribía en
silencio, pero poco a poco fui tomando los consejos de colegas escritores y
realmente la experiencia es distinta. Claro, eso lo aplico cuando lo que escribiré
no es poesía. La poesía la sigo pariendo en el silencio, la soledad y la
tristeza. Y bueno, subiré éste texto para que los de Google, no me cancelen el
blog por falta de uso. Para mientras seguiré puliendo mi primera novela “La
ciudad vacía”, que espero salga publicada en febrero 2014, nos vemos.
Mariano Cantoral.
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