Relato de Mariano Cantoral (1):
A: Renato Coto.
La verdad es que yo jamás pensé en llegar a ser considerado un poeta, un literato o algo parecido. Mi contacto con el arte y mi arribo a la palabra escrita fue más bien algo inesperado y hasta emocionalmente doloroso o al menos indeterminado.
Mis planes tenían otro rumbo. Yo
quería llegar a ser un historiador renombrado, uno de esos que se saben con
detalle el origen de todas las tradiciones y leyendas su país, pero en cambio radican
en uno muy lejano y por supuesto más civilizado, desarrollando y escribiendo a
perpetuidad la obra maestra que nunca concluirán y fumando cigarros
innombrables.
Sí, añoraba ser de los
historiadores que además se dedican a impartir cátedras en las mejores
Universidades del mundo y redactan eventuales columnas para periódicos
transnacionales acerca de cómo la propiedad privada hizo nacer la miseria global
y viven solos junto a su empleada doméstica en una casa donde podría caber una
de las etnias misérrimas de su país de origen.
Pero en cambio me metí a estudiar
filosofía y mi mente troglodita e individualista, forjada a partir de una falsa
conciencia cambió radicalmente, y todo por haberme fijado y enamorado
profundamente de Maty.
A Maty la conocí una tarde muy
calurosa de marzo. Lo recuerdo muy bien porque como cosa rara en los corredores
y pasillos de la Universidad además de las ya acostumbradas pulseras
artesanales y otros accesorios análogos, habían unos improvisados galpones
donde ofrecían artículos como para ir a la playa, entiéndase salvavidas en
forma de aro, pelotas inflables, y colchones para hacer la siesta sobre el agua
o simplemente para flotar.
La Universidad en la que
coincidimos por supuesto que era la estatal o nacional como muchos le llaman. Y
es que de mi parte no tenía otra opción, aunque a veces lo negara absurdamente.
Mi madre era una ama de casa y se
encontraba pensionada por haber dedicado toda su vida a realizar labores
técnicas de enfermería en un hospital nacional. Mi padre, por otra parte, era un contador que ganaba un poco más del
salario mínimo. Ninguno de ellos fue jamás a la Universidad; mi padre sí cursó
el primer semestre en la carrera de auditoría pública y contaduría, pero debido
a las carencias y penurias económicas se
vio en la obligación de desertar.
A pesar de ello, es decir, a la
ausencia de una educación formal superior, ambos tenían una sabiduría infinita
acerca de la vida y sus circunstancias, primordialmente en un país como este,
en constante crisis social y generalizada, debido a los múltiples problemas
estructurales e históricos de desigualdad, y a las ambiciones del poder en
turno.
Según me contaban mis padres,
ellos se conocieron una vez que mi papá fue a parar con toda la nariz ensangrentada
al hospital donde ella trabajaba, ya que se agarró a golpes con un amigo del
trabajo porque ambos estaban enamorados de una secretaria llamada Sofía, y la
tal Sofía rechazó la invitación de mi padre para ir a almorzar a la cafetería
de la empresa para en cambio aceptar ir con su compañero llamado Cecilio.
Por su parte la tal Sofía se casó con el
tal Ceclilio y fueron felices para siempre, bueno así dicen ellos, y además, engendraron
a una hermosa mujer con el pelo más negro que el cielo sin estrellas, y con
unos ojos con más luz que la que el sol le regala a la luna, detalle que
supe con el transcurrir del tiempo.
A partir de ese encuentro furtivo,
mi padre empezó a frecuentarla debido a que ella era una jovencita bastante
simpática que recién se había graduado de un curso municipal de enfermería y
debido a un vecino algo influyente en el Ministerio de Salubridad logró colocarse en una plaza
interina en dicho hospital; la principal estrategia para el cortejo y el enamoramiento
fueron las flores rojas y blancas, que eran la debilidad de ella, y lo siguen
siendo.
Cuando supe lo que se tenía que
pagar al año por la matrícula universitaria me puse muy feliz porque era
accesible. Claro que para ganar el poco
dinero que necesitaba no molesté en lo más mínimo a mis padres.
Hacía horas extras en la caseta de
fotocopias de la Facultad a donde me dieron la oportunidad de obtener unas
monedas para ayudarme. Gané el examen de admisión a la primera oportunidad.
Nunca fui un estudiante modelo pero siempre tuve un pensamiento crítico generado
quizá, por las escasas pero profundas lecturas de filósofos como Marx, Engels y
Kant, a los que luego se sumaron otras lecturas gratuitas realizadas en la descomunal
biblioteca nacional que casi siempre estaba vacía.
Decía que a Maty la conocí en una
calurosa tarde de marzo de un año que no recuerdo, durante el tiempo que fuimos
amigos antes de ser novios pasamos momentos extremadamente hermosos, bebíamos tanto café que llegamos a tener prohibición médica de consumirlo, pero desde luego jamás le hicimos caso a los especialistas.
Nos encantaba ir al zoológico en las tardes de cualquier día o de los sábados llenos de un sol inmenso y esplendoroso, disfrutábamos todos los parques de la ciudad, tomar una bebida fría en las cafeterías más baratas de mundo o ir a las librerías gigantescas donde no podríamos jamás comprar un libro sino únicamente ojearlos porque su precio era para nosotros inaccesible, además habían veces en que no teníamos ni un centavo ni para abordar un bus público o comprar un bote de agua pura y de alguna manera siempre nos las ingeniábamos para cumplir el cometido y eramos muy felices
Nos encantaba ir al zoológico en las tardes de cualquier día o de los sábados llenos de un sol inmenso y esplendoroso, disfrutábamos todos los parques de la ciudad, tomar una bebida fría en las cafeterías más baratas de mundo o ir a las librerías gigantescas donde no podríamos jamás comprar un libro sino únicamente ojearlos porque su precio era para nosotros inaccesible, además habían veces en que no teníamos ni un centavo ni para abordar un bus público o comprar un bote de agua pura y de alguna manera siempre nos las ingeniábamos para cumplir el cometido y eramos muy felices
Desde que nos hicimos novios todo
cambió por completo, y la nostalgia por los días pasados cada día era más grande
y menos soportable. De pronto ella se convirtió en alguien en extremo posesiva, y al parecer su ideología únicamente la aplicaba al Estado y Sociedad y no a mi persona, porque aunque renegaba la existencia de la propiedad privada, con argumentos profundos de filosofía, a mí me trataba como tal.
Fue a partir de sus cambios emocionales
y de ese desequilibro al que arrojó nuestro cariño puro e inicial, en que yo ya
no hallé cómo canalizar todo lo que cargaba adentro, y me vi en la necesidad de
recurrir a la poesía como una catarsis espiritual y empecé entonces a engendrar
unos versos muy rudimentarios que modestia aparte poco a poco fueron agarrando
un poco más de dignidad.
Y fue así como me convertí en
poeta, o en conato de eso.
A Maty la terminé dejando o acaso
ella me dejó a mí o simplemente nos dejamos, no sé ni importa precisar ese
detalle; todo a pesar de que era ella una hermosa mujer con el pelo más negro
que el cielo sin estrellas, y con unos ojos con más luz que la que el sol le
regala a la luna.
Hasta cuando ya no éramos nada
supe que Mary era hija de Cecilio y Sofía, sí, el mismo Cecilio que le quebró
la nariz a mi papá y por el cual mi papá conoció a mi mamá y nací yo.
Es de ahí que siempre sostengo
firmemente, y lo seguiré sosteniendo por siempre, que mi naturaleza primitiva y
mi poesía nace, nacerá y seguirá naciendo, de la sangre derramada en un rostro
a la luz del mediodía, de un golpe en la nariz por amor o frustración y de un
corazón lleno de nostalgia, una nostalgia pura y dura.
(1): Mariano Cantoral: Escritor guatemalteco, ganador del primer lugar en la rama de poesía en el Concurso Nacional de la Fundación Myrna Mack 2008 y de otros concursos literarios en la Univesidad de San Carlos de Guatemala. Ha sido articulista del Diario la Hora en el suplemento cultural y colaborador de la Revista de la Universidad de San Carlos entre otros medios electrónicos e impresos. Ha publicado los libros: "Corasón no lleva zeta" (Edit. Palo de Hormigo, Guatemala), "La ciudad vacía" (Edit. Palo de Hormigo, Guatemala) e "Ingeniería de Vida" (Edit. Cinosargo, Chile).
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