NO TODO ES POESÍA PERO PARECE

martes, 18 de mayo de 2010

El café, mi café

De algunos días para acá, el café se ha convertido en mi mejor aliado, es decir, en mi inseparable acompañante para realizar las actividades ineludibles como estudiar, comer, manejar, escribir, leer, o simplemente, estar y permanecer.

Veo noticias, escucho música, leo diarios, leo literatura, estudio juridicidades bebiendo café, yo no sé de aromas específicos del café, ni de texturas ni de marcas ni de presentaciones postmodernas, como algunos que se las llevan de sibaritas lo saben del vino, yo sólo sé que la amargura y la dulzura del café es una metáfora de la vida misma.

“Las noches sin café son más oscuras”, recuerdo que así empezaba un poema que nunca transcribí a algún soporte material y lo imaginé hace algunos años durante el trayecto de una camioneta barbárica en que me transportaba, mientras leía doctrinas jurídicas para responder algún test bimestral.

Mi abuela amanecía preparando su café, literalmente, aún adormilada vertía el polvo sobre la jarrilla, café para hervir; quizá ahí esté el fundamento genético de mi gusto por el café. Ella lo saboreaba de un modo excepcional, como quien se bebe al mismísimo destino, dentro de una taza inmaculada.

Ahora que lo pienso, el café es un modo de vida, con todas sus consecuencias, es decir, como las consecuencias de la vida, Por qué será que cuando el ser humano se pregunta o pregunta cosas como ¿Qué consecuencias trae beber café? (en un foro de Internet, por ejemplo) sólo se piensa los efectos negativos, ¿Es que somos genéticamente pesimistas?

Hay gente que cree que beber café sólo es posible en un recinto refulgente, donde la taza diminuta vale más de lo que vale un bote de café instantáneo en polvo, de tamaño decoroso, en un supermercado de poca monta. ¡Pero es que es la moda, es que es la era del marketing coffé!, mensajes de texto como: “sale cafecín baby”, “sale coffe ice”, !y no está mal! pero cuando se les ofrece un café en una casa particular, se niegan a aceptarlo.

El café, con toda y su expropiadora historia nacional, con su terrateniente naturaleza, es un poema para mí bebible, y prefiero beberlo solo, leyendo e interpretando el viento, estudiando y dilucidando el pasado el presente y el futuro. Por eso jamás me hice mormón, porque el café es una alucinación exquisita, y no hay texto sacro ni vademecum legalizado que me constriña a acatar cuántas tazas debo beber al día.

PD. Hoy amanecí leyendo a Paul Auster y bebiendo café.

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