Su hipo era infernal. No era el lugar apropiado, y sin embargo lo eructó como si nada si lo impidiera, y así era, no habían limites, no habían barreras, de hecho no había nada.
Sólo él, para ver, para sentir la fetidez que emanaba de una boca, no era la de él sino era otra, y no había tiempo tampoco, ni dinero, ni nada para perder el tiempo, los dos yacían ebrios; y brillaban.
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