NO TODO ES POESÍA PERO PARECE

viernes, 17 de julio de 2009

bitácora poética: días amarillos

Hace aproximadamente tres meses.

Era el día del presentación de la narrativa “días amarillos” de Javier Payeras en el bar terraza del centro cultural Miguel Ángel Asturias, llegué solo, como acostumbro cuando se trata de algún evento artístico, me sorprendí al saber de que había vino gratis, y además que iba a ser servido por meseros engalanados. Distinguí a Haroldo Sánchez, quien realizó comentarios de la obra de Payeras, en una primer momento no saludé a nadie a pesar de que reconocí a algunos escritores, artistas, etcétera. Agorafobia, a lo mejor.

Luego me recosté sobre una pared y me dispuse a escuchar los comentarios acerca de “días amarillos”, desde la mesa Payeras alzó el brazo para responder a mi saludo, a un mesero se la cayó la charola atestada de copas, fue el único incidente. Habló Haroldo Sánchez, Eswin Quiñónez, Byron Quiñónez, Gerardo Guinea Diez y finalmente Javier, que cuando habla de literatura se le transmuta el risueño semblante por el de poeta que sabe lo que dice. Fueron opiniones muy amenas y sobrias.

A esas alturas cuatro copas de vino, habían ya, atravesado mi traquea.

Salí del bar terraza, y entre la multitud que había esperado afuera por cuestiones de espacio, reconocí al poeta trotamundos Alan Mills, quien extrañado por mi saludo me preguntó que quién era, me identifiqué y ya intercambiamos un par de palabras, me presentó a un poeta llamado Carlos, no recuerdo el apellido.

Compré mi ejemplar de “días amarillos”, hice fila para que Javier me lo firmara, llegó Alan, lo felicitó con un abrazo, y le confesó portar una botella de whiskey en el bolsón. Javier dijo que debía de beberse “in situ”.

Saludé a Lester Oliveros quién inquirió acerca de la seudo formalidad con que llegué vestido, que si era el del comité de bienvenida o algo así, bromeando, le pregunté que si llegó acompañado y me respondió que sí, pues en su bici no caben muchos. Intercambiamos palabras campechanas, luego se unió Byron Quiñónez quien nos habló de su novela "El perro en llamas".

Bebí acaso dos copas más de vino blanco.

Pablo Bromo fue el disc jockey asignado, puso electrónica, o eso creo, no sé quién destapó la botella de whiskey, Alan me ofreció un traguito, agradecido acepté, y no sólo uno, mientras él conversaba con un tipo de acento raro, intercambiaban impresiones acerca de centros de arte europeo y de problemática social, pero no de manera típica, sino extendido a lo poético, yo sólo escuchaba e intentaba intervenir asintiendo con la cabeza. Arribó Leonel Juracán, se nos unió, me habló de su libro de cuentos “Inflamable”, mientras todos brincaban y brindaban afablemente, como si la noche jamás acabaría.

Juan Pablo Dardón, llegó a deshora y me proporcionó un cigarro que le solicité. Hablamos de la blogsfera y su impacto, en el fondo de la charla, como acicalando las palabras, todos le daban rienda suelta al cabeceo rítmico, el grupo era reducido. La mayoría de personas se marcharon poco a poco después de culminado el evento. Una humareda parecía escapar de nuestras cabezas, pero era más bien de la comisura de nuestros labios.

Me despedí del pequeño grupo de escritores que aún quedaba dentro del bar, de Javier me despedí afuera, pues conversaba por celular en ese preciso momento. Le dije “hoy me fumo tu obra”, y así fue, esa misma noche se consumió enterita, poéticamente fascinante.

…..

Olvidé mencionar que durante la presentación divisé a Julio Serrano, Andrés Zepeda, Francisco Morales Santos, Simón Pedroza (a quien gustosamente le dí mi último cigarro) y a otros artistas, lastimosamente no logré saludar a varios, en otra ocasión será.

3 comentarios:

Eddy dijo...

Amena crónica y descripción de la fauna literaria local.

Lester Oliveros dijo...

Mano, acabo de leer un hijo de puta poemazo de Bromo, y ahora me topo con esta reseña super bien perfilada, sos un mago, que buena honda, todos cabemos en tu corazoncito...jajajaja

Anónimo dijo...

y a quien de todos le diste el culo al final?