escritor // Mariano Cantoral

Es peligroso ser catalogado como escritor, es un compromiso de asumir, una chaqueta que debés portar pero principalmente lucir.

Escribir un “buen” cuento o un “buen” poema, es riesgoso, es casi firmar un contrato en el que te comprometés a hacer entregas de textos cada vez mejor fabricados, lo difícil es luego satisfacer esas exigencias.

Luego de algo grande, los lectores esperan algo más grande, eso provoca en el escritor un sentimiento de recelo, escama y prevención para futuros trabajos, el escritor no quiere arriesgarse a decender escalones luego de haberlos trepado. No quiere enfriarse pues, el escritor y específicamente el poeta poseen cierta predilección por las altas temperaturas.

Para José Jiménez Lozano ganador del Premio Cervantes 2002: "El buen escritor cuenta historias que nunca pasan de moda" , secundo su idea pues me apego a la concepción que la literatura debe tener es chip que permita adaptarla a contexto dialéctico del tiempo, no estoy rebatiendo el hecho que la literatura sirve como fotografía de palabras de una época específica, no debiendo ser esta ególatra pues menguaría la naturaleza dialéctica a la que me refería con antelación, pero a pesar de esta cualidad, su capacidad de adaptabilidad debe ser insoslayable.

Agregaría al juicio de Jiménez que el buen escritor cuenta historias que no poseen destinatario específico, considero que la poesía y en general la literatura deben ser global, traspasar fronteras.

Pero retomando el punto primario, la literatura compromete, y se filtra por los intersticios del pellejo de quien desea convertirse en escritor, es un tipo de alimento y modo de vida personal que se despersonaliza al momento de entregar los textos a un público por cualquier medio.

Por ejemplo un poema es propiedad privada y a la vez propiedad comunal.

Para ser escritor se nesecita, según mi propia experiencia (es decir CONATO DE ESCRITOR) sufrir o gozar de enormes ansiedades, poseer sentimientos desparramados, despojarse el saco del los prejuicios, lanzarse al agua sin pensar demasiado, tenacidad, bastante lectura de heterogénea temática, escarbar sentimientos, engordar palabras para que pesen, conocer de teoría literaria, pues a final de cuentas todo esto viene a ser la materia prima del escritor quien forjará un texto sea poético o narrativo y lo ofrecerá como degustación a algún lector quien luego de catarlo emitirá una opinión “subjetiva”.

Es innegable que todo escritor tiene influencias de otros escritores con quienes se ha identificado o ha conseguido apropiarse de su literatura, por más que el autor pretenda esconderlo, ahí estará y será visible.

Cuántas veces un escritor no habrá desechado un texto por considerarlo vacuo o falto de valor, inconmensurable sería estimarlo, así como saber cuantos de esos textos pudieron haber trascendido, si acaso se hubiesen releído o retocado ulteriormente, como una especie de enchulamiento o maquillaje poético.

Debemos tener claro que si un texto fue escrito es por algo, tiene un fin, una misión y precisamente eso debe ser la literatura, un arma, un instrumento que estimule y conquiste algo, no simples palabras encadenadas que parecen bonitas y nada más.

No obstante hay reglas, ramas y normas, la literatura no es coercitiva aunque para el escritor lo sea, no hablo de un sentido lato, los errores se permiten, con una palabra podemos resumir el mundo y transformarlo, en todas las culturas los errores son e históricamente han sido probables como la poesía es probable cuando los errores se edulcoran y se les bautiza con un bello nombre, verbigracia, hipérbaton, hipérbole, elipsis.