blood

Sangre, sangre, sangre, me había propuesto, como terapia, ya no buscarte para ofrecerte el protagonismo de mis textos que casi nunca parecen poemas y casi siempre lo son.

Sangre, sangre, sangre, pensaba escribir sobre amor en las noches de nacimientos perpetuos, o al menos en algo que no se esconda en ataúdes, algo inverosímil que paresca real, y lo digo yo que me jacto de ser humano según la anatomía de mis labios, ¿humanos? ¿cadáveres virtuales? ¿sangre de lobo y oveja?

Sangre, sangre, sangre, a veces parecés más abundante que el agua impura de mis resecos lagos, y más viva que un esqueleto parlante.

Sangre, sangre, sangre, savia fundamental que fluye en nuestra venas de xilema, y que tan raudamente, nos abandona por la estéril lucha contra el filo de la bala o la pólvora de la navaja.

Sangre, sangre, sangre, tan policromática que aún permite ruborizar las caras agrias que rondan colocadas sobre un cuello manufacturado con miedo.

Sangre, sangre, sangre, exiliada, raras veces circulando capilares, casi siempre de viaje, en portadas fosforesentes o en mundos beligerantes.

Sangre, sangre, sangre, roja por la rutina que ya no confía en vientos ni sombras, porque todo lo opaco y colorido es considerado enemigo, lóbrego, tornasol o pálido como el futuro insondable que a veces llega y a veces hasta parece poema.