En el fenecer de esta noche extendida, sus palmas, vientre de su cuna juventud, gritan en los arreboles secretos de lo que nunca quiso sentir.
Se extiende lo lóbrego y lo tenaz, las suelas de sus caites caducaron, y su piel toca la capa del subsuelo.
Todavía le alcanzan los labios para reír y lucir su dorada dentadura, alquimia esencial de su presencia, está segura que el momento será eterno.
Las tripas le estrangulan las entrañas, algún órgano suicida de su inquieto cuerpo no soporta su triste calamidad, se despide sin adiós.
Ella ignora lo sucedido, el conflicto armado interno de su cuerpo, le sucumbe el tiempo, no tiene brazos en que apoyarse ni hombros en que llorar.
La escasez es su modus vivendi, no quiere carretadas de millones, solo quiere un pedazo de pan, un pedazo de tela y hacer menos indigna su existencia.
Quiere saciar su hambre y cubrir su pudor, no explotar los rezos para escapar del bochornoso cuadro.
Los harapos avergüenzan su ser, su cuerpo se niega a si mismo, el arrebol de la noche promete los mismos pesares, el circulo se vuelve mas vicioso, ahora sus vicios son mas…
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